Me escribe Dña. María Sierra, bisnieta del ilustre lexicógrafo D. Julio Casares,
pidiéndome una pequeña colaboración para su página web familiar acerca de la obra de su justamente famoso antepasado, representada fundamentalmente por el conocido Diccionario ideológico de la lengua española. Desde la idea a la palabra y desde la palabra a la idea (DILE), invitación a la que no podría negarme tanto más cuanto que, aun cuando no tuve la suerte de conocer personalmente a D. Julio, él ha sido en realidad mi punto de partida en mis actividades profesionales como lexicógrafo, primero en el Seminario de Lexicografía de la RAE y luego como usuario del DILE, que todavía consulto con frecuencia, y, por supuesto, como profesor y estudioso de la metalexicografía, pues la Introducción a la lexicografía moderna de Casares es todavía hoy un libro ineludible que no se puede en absoluto dejar de tener en cuenta.
Realmente poco —por no decir nada— podría añadir a lo ya sobradamente conocido acerca de la vida y obra de D. Julio Casares, admirable desde todos los puntos de vista que lo consideremos. Ni siquiera del propio Diccionario, obra que no puede faltar de nuestras bibliotecas particulares; nada, pues, o muy poco podría añadir aquí a lo ya archisabido sobre la estructura y utilidad de esta monumental obra, cuyo título —si bien lo miramos— se queda indudablemente corto, toda vez que el libro de Casares es mucho más que un diccionario ideológico, denominación que corresponde en todo caso a tan solo a una parte, si bien la más original e importante, la onomasiológica: se trata, al mismo tiempo, de un diccionario alfabético o semasiológico, complemento ineludible de esa primera parte. Por eso, yo diría, como propongo en mi Manual de técnica lexicográfica (Arco/Libros, 2002, p. 75), que se trata más exactamente de lo que propongo llamar diccionario reversible, tal como se manifiesta en el subtítulo: Desde la idea a la palabra y desde la palabra a la idea: es decir consiste en un diccionario onomasiológico y semasiológico a la vez.
Así pues, para ser un poco original —pues no existe, que yo sepa, nada escrito de este estilo sobre el DILE— se me ha ocurrido que lo mejor sería reproducir aquí en su totalidad unas páginas que, a modo de comentario lexicográfico, incluí en mi libro Lexicografía y metalexicografía. Estudios, propuestas y comentarios (Univ. de A Coruña, 2009, p. 271 y ss.), con referencia precisamente a una página del Casares.
El texto propuesto es el siguiente:
Lo primero que podemos observar respecto al texto propuesto es que se trata de la página inicial de la letra R correspondiente, desde luego, a un diccionario de carácter no descriptivo, puesto que lo único que aparece es una lista de palabras, que, por otro lado, se presentan en tamaños y tipos de letra diferentes. Observando un poco la lista, nos daremos enseguida cuenta de que las escritas en mayúsculas están ordenadas entre sí alfabéticamente, a saber: RABO, RACIOCINIO, RACIONAL, RADIADO, RADIO, RADIOTELEGRAFÍA, RAER, RAÍZ, RALO, RAMA y RAMAL.
Es decir, se trata de un total de once palabras, de las cuales las que aparecen en cursiva están remitidas a otra palabra no presente en esta página, mientras que las que están en negrita, que a su vez van acompañadas de un número entre paréntesis, encabezan listas, secundarias al parecer, de palabras escritas en minúsculas y redonda (algunas además en negrita), las cuales, por cierto, no están ordenadas alfabéticamente, sino que forman series de grupos homogéneos, separados por doble espacio: por ejemplo, todos pertenecen a la misma categoría; es decir, o son sustantivos, o adjetivos, o verbos, etc.
Tratando ahora de encontrar el criterio o criterios de agrupación de estas series de vocablos bajo el que aparece como cabeza, caeremos también pronto en la cuenta de que se trata de un criterio semántico: todos los vocablos que aquí aparecen tienen que ver semánticamente con el que hace de cabeza y que, por cierto, aparece asimismo en primer lugar en la lista. En algunos casos se trata de sinónimos o parasinónimos (así, por ejemplo, radio, radiodifusión, radiofonía, o rama, ramo, ramito); pero otras indican simplemente objetos que, de algún modo, tienen que ver con lo indicado por la palabra inicial (por ejemplo, emisor, receptor, antena, etc. no cabe duda de que tienen alguna relación con la radio). En definitiva, nos encontramos ante listas de palabras organizadas ideológicamente, lo que nos lleva a la conclusión de que la página ante la que nos encontramos pertenece a un diccionario ideológico del español.
Se trata, efectivamente, de una página del Diccionario ideológico de la lengua española (DILE) de J. Casares, obra que fue publicada en 1942 y de la que existen dos ediciones con múltiples reimpresiones, y, pese al tiempo transcurrido y a que no ha sido sometido a ninguna modificación —y, por ello, está algo anticuado—, sigue utilizándose todavía hoy, aun cuando existen otros diccionarios ideológicos más recientes, como, por ejemplo, el elaborado por M. Alvar Ezquerra para la Editorial Biblograf (Diccionario ideológico de la lengua española, Vox, 1995).
El DILE de Casares constituye en realidad un clásico dentro de la lexicografía española en general y de los diccionarios ideológicos en particular, desde luego difícil de superar en su concepción y metodología.
La obra se halla estructurada en tres partes: una parte sinóptica, en la que, partiendo de un plan general de clasificación ideológica, se presentan en treinta y ocho cuadros las ideas básicas o fundamentales; le sigue una parte analógica, en la que, a su vez, bajo las palabras que representan esas ideas fundamentales, ordenadas alfabéticamente, se establece la lista de vocablos que tienen que ver con ellas; finalmente, la tercera es la parte alfabética, representada por un diccionario alfabético normal, esto es, de carácter alfabético y semasiológico, a partir de la palabra o, mejor dicho, de su significante.
Así pues, la página que tenemos delante corresponde claramente a la parte analógica del DILE, la cual se halla por cierto relacionada con la sinóptica mediante los números que, al lado de la palabras-cabeza en mayúsculas y negrita, aparecen entre paréntesis: el número en cuestión remite al cuadro ideológico correspondiente. Por su parte los vocablos remitidos (en mayúsculas y cursiva) no llevan número alguno porque en realidad no son cabeza de serie, sino que aparecen dentro de la lista correspondiente al vocablo a que se remite, que es el que sí se conecta con la parte sinóptica.
Con todo, la parte más importante del DILE es la analógica, pues constituye el diccionario ideológico propiamente dicho y, al mismo tiempo, junto con la parte sinóptica, representa lo verdaderamente original del autor, pues conviene tener en cuenta que la parte alfabética es, con las naturales modificaciones, reproducción del Diccionario de la Real Academia (DRAE).
La Macroestructura
Centrándonos, pues, en la parte analógica y más específicamente en la página propuesta, lo primero que podemos observar es que está constituida por una serie de artículos sui géneris, puesto que hay una entrada, constituida por una palabra en mayúsculas (y en negrita) seguida de una lista de otras palabras (en redonda), que vienen a constituir el desarrollo o cuerpo del artículo. Las entradas, por lo demás, como en un diccionario alfabético normal, están, según ya queda observado, ordenadas entre sí alfabéticamente, circunstancia que en cierto modo contradice el carácter ideológico de este diccionario, que, obviamente, parece que debería adoptar por ello la ordenación ideológica. Hay que notar, sin embargo, una cosa muy importante: que aquí el lemario o conjunto de entradas no está formado por palabras, como ocurre en un diccionario normal de carácter semasiológico, sino por ideas; es decir, lo que representan las entradas no son los vocablos con que aparecen registradas, sino los puros conceptos o ideas, las cuales se distribuyen alfabéticamente para hacer la búsqueda más sencilla. Se cumple así la primera parte del subtítulo de la obra de Casares, “De la idea a la palabra”, porque, evidentemente, se trata de un diccionario onomasiológico, en el que, por tanto, se parte de la idea —significado grosso modo— para llegar a las palabras (o significantes), que son las que aparecen dentro de lo que podría considerarse cuerpo o desarrollo del artículo. Y la ordenación ideológica corresponde, naturalmente, tan solo a esta última parte, esto es, a lo que podríamos considerar microestructura.
Las entradas, por lo demás, al estar referidas al mundo de las ideas o conceptos, no coinciden, como es lógico, con las del diccionario semasiológico contenido en la tercera parte de la obra. La coincidencia, en todo caso, tan solo sería parcial y, desde luego, aparente, ya que —insistimos— los vocablos radio, raíz y rama, que se utilizan como entradas en una y otra parte, tienen, según acabamos de observar, un valor muy distinto en uno y otro sitio. Y de hecho en la parte semasiológica hay muchas más entradas que en la analógica, pues en esta última lo que verdaderamente interesa es registrar ideas generales que sirvan de cabeza a sendos grupos de palabras relacionadas con cada una de ellas. De ahí, pues, que las entradas o cabezas de grupo que aparecen en la parte analógica estén, por lo común, representadas por sustantivos —a veces sustantivos inventados ad hoc por el autor—, habida cuenta de que estos las representan, salvo excepciones, más adecuadamente. En realidad con estas entradas lo único que ha pretendido Casares es presentar todas las posibilidades que en la mente del usuario pueden surgir a la hora de necesitar una determinada palabra que no recuerda o, simplemente, desconoce. Para buscar lo que necesita, al usuario pueden a veces surgirle varias ideas distintas, lo que explica la necesidad de enunciados múltiples, esto es, la presencia en el Diccionario de varias entradas para la misma lista de vocablos, la cual, lógicamente, tan solo aparece bajo una de ellas, realizándose la correspondiente remisión en todas las demás; así pues, RABO, según aparece en el texto, forma parte, junto con COLA, de un enunciado múltiple, cuya lista de palabras aparece precisamente bajo esta última entrada.
Para ver todo esto de un modo práctico, vamos a suponer que queremos referirnos a las hojas y ramas pequeñas de los árboles que quedan en el suelo, por ejemplo, después de un temporal con intenso viento. Sabemos que existe una palabra específica para indicar esa realidad, pero, por más que nos esforzamos, no acabamos de recordarla. Lo que en nuestra mente surgirá será seguramente la idea de ‘hoja’ o de ‘rama’. Pues bien, si buscamos por esta última, observaremos que en el cuarto subgrupo o sección que aparece bajo esta entrada se halla registrada la palabra frasca, que es precisamente la que buscamos. Y seguro que este mismo resultado lo obtendríamos si nuestra búsqueda la realizásemos a partir de ‘hoja’.
Notemos, finalmente, que el hecho de que las entradas o palabras que hacen de cabezas de grupo representen ideas y no las palabras en sí determina, por ejemplo, la falta de categorización o de cualquier otra marca que les pudiera corresponder como vocablos. Tampoco, por supuesto, en su lematización se registran en las formas masculina y femenina, como podemos observar, por ejemplo, en RADIADO, que aparece tan solo en la forma masculina. Esta situación explica también que la palabra-entrada aparezca repetida al principio de la serie o lista e incluso, en algunas ocasiones, se repita más de una vez, como acontece precisamente en el caso de RADIO: el vocablo en cuestión de la lista ya no representa la idea, sino la palabra, la cual aparecerá tantas veces como acepciones o significados posea; y así, en el ejemplo que acabamos de mencionar, radio significa ‘medio de comunicación’ en su primera mención, y ‘aparato receptor’ en la segunda.
La Microestructura
Pasando ahora a lo que podríamos considerar como microestructura, esto es, la lista de palabras de significado afín colocadas inmediatamente después del vocablo-idea que hace de cabeza, enunciado o entrada, podemos observar, como señalamos ya antes, que se estructuran en varias secciones o subgrupos, separados únicamente por doble espacio y que responden a idéntico rasgo categorial y/o semántico. Y en efecto: el principal criterio ordenador de estos subgrupos parece basarse ante todo en la categoría; por eso aparecen en primer lugar los sustantivos, subdivididos a su vez en subgrupos semánticamente afines, luego los verbos seguidos de los sustantivos deverbales, a continuación los adjetivos y, por último, los adverbios, y, supuestamente, se registrarán al final las preposiciones seguidas de las interjecciones. En cuanto a los rasgos semánticos utilizados, en segundo lugar, como criterios de separación, no resultan, como puede observarse, tan claros, dado que dependen lógicamente de cada caso concreto. En términos generales, J. Casares observa (Plan de la obra e instrucciones para su manejo, pág. XVII) que la lista correspondiente a los sustantivos se organiza en este orden: sinónimos, aumentativos y diminutivos, despectivos y colectivos, sustantivos indicadores de partes, nombres de acción (después de la lista de verbos) junto con los del agente, lugar donde actúa e instrumentos que utiliza; los verbos, por su parte, se organizan según su subcategoría (transitivo, intransitivo) y según la naturaleza del sujeto (persona o cosa), y, en cuanto a los adjetivos, se distribuyen en primer lugar los referidos al sujeto y a continuación los referidos al objeto.
- Rasgos determinantes de cada grupo
Pasando ahora al caso del texto que nos ocupa, observemos en primer lugar que RADIO presenta nueve subgrupos, otros tantos RAÍZ, mientras que RAMA ofrece solo seis, cuyos criterios específicos de separación no aparecen, obviamente, indicados—excepto en un caso, como veremos—; pero pueden adivinarse mediante la comparación de los vocablos de cada grupo entre sí, y de cada grupo con los demás.
En el caso concreto de RADIO, los rasgos determinantes de cada subgrupo vendrían a ser, respectivamente, a) sustantivos indicadores de procedimientos o medios de transmisión, b) sustantivos indicadores de procedimientos de radiación en Medicina, c) sustantivos indicadores de aparatos para transmitir y recibir, d) sustantivos indicadores de piezas (en este caso incluye también algunos aparatos, como magnetófono y radar), e) verbos relacionados con la emisión y recepción, f) sustantivos que indican la acciones correspondientes a la utilización de la radio, g) sustantivos indicadores del medio físico utilizado(las ondas) así como sus medidas, h) sustantivos indicadores del agente o persona que utiliza los medios de transmisión, y, finalmente, i) adjetivos relacionados con la radio.
Por su parte para RAÍZ pueden determinarse los siguientes caracteres: a) sustantivos que indican la parte enterrada de una planta (con la excepción de rizografía, que debería constituir grupo aparte); b) se introducen luego excepcionalmente mediante la indicación ‘raíces útiles’ en primer lugar los sustantivos que tienen que ver con el nabo, así como c) los que constituyen la familia derivativa de rábano y d) el resto de sustantivos que indican plantas o raíces comestibles, e) se pasa luego al grupo de verbos que indican alguna acción o proceso relacionados con las raíces de las plantas, f) sustantivos indicadores de las acciones o procesos anteriores, g) adjetivos relacionados con las raíces, y, h) finalmente, adverbios y locuciones adverbiales con esa misma relación.
Por último, los rasgos caracterizadores de los seis grupos que aparecen bajo RAMA se pueden concretar así: a) sustantivos que indican ‘rama’ o lo opuesto (tronco), b) sustantivos alusivos a la unión de las ramas, c) sustantivos que indican el trozo de rama que queda después de cortarla, d) sustantivos colectivos o indicadores de ‘conjunto de ramas’, e) verbos relacionados con rama, y f) adjetivos.
Debemos advertir antes de seguir adelante que estos grupos de palabras están a su vez enlazados con otros grupos, a los que se remite mediante la utilización de letra negrita en algunos de los vocablos registrados. Tal es el caso, por ejemplo, de electricidad y de tubérculo o tallo. La letra negrita quiere decir que la palabra en cuestión funciona a su vez como cabeza o enunciado en el lugar alfabético correspondiente y realmente, según observa J. Casares (Guía, pág. XVIII), no forman propiamente parte de la serie léxica en que se encuentra. Su misión no es otra que abrir otras posibilidades a quien busca la palabra adecuada en cada situación y momento.
- Relaciones semánticas
Volviendo a la estructuración y contenido de los grupos, lo primero que conviene advertir es que estas listas de palabras no representan, contra lo que tal vez pudiera pensarse, verdaderos campos semánticos (o léxicos) en el sentido con que esta denominación es empleada en los estudios de Semántica. A este respecto sería mucho más adecuado hablar de “campos asociativos” o mejor quizá de “campos ideológicos”, pues de lo que se trata es de inventariar todo el vocabulario que de un modo u otro esté relacionado con las ideas de ‘radio’, ‘raíz’ o ‘rama’ por ejemplo, sin importar por qué caminos se establecen esas relaciones ni, por supuesto, la naturaleza de estas, las cuales unas veces son efectivamente de orden lingüístico —configuran verdaderas estructuras semánticas— o, sencillamente, vienen dadas por la propia realidad.
En el caso que nos ocupa, los respectivos campos semánticos, relativos por tanto a estructuras paradigmáticas primarias, de radio, raíz y rama en general se identificarían poco más o menos con el subgrupo que aparece en primer lugar, donde grosso modo se registran en primera instancia los sinónimos (si hay), a los que siguen los hipónimos y, por último, los cohipónimos —a veces también hiperónimos— e incluso los que podrían considerarse antónimos, sin descartar, finalmente, los merónimos y holónimos. Así, por ejemplo, radio, radiodifusión, radiofonía, radiolectricidad y perifonía podrían considerarse sinónimos o, más bien, parasinónimos; telecomunicación vendría a ser, sin embargo, un hiperónimo de radio —y si acaso lo mismo electrónica—; televisión y telegrafía, en cambio, deberán juzgarse como cohipónimos más bien. Hipónimos son, en el caso de RAMA, ramo, ramilla, ramito, brazo, gajo, etc., puesto que todos ellos significan un determinado tipo de rama. Por su parte lámpara, válvula, rejilla, que aparecen en el tercer subgrupo de RADIO son merónimos de este último vocablo entendido como ‘aparato receptor’, puesto que se refieren a algunas piezas de este.
Todas las demás relaciones que pueden detectarse respecto a la palabra-cabeza, presentes generalmente en los grupos subsiguientes al primero, si son de orden semántico, constituirán o bien estructuras sintagmáticas —esto es, solidaridades— o bien estructuras paradigmáticas de orden secundario. Solidaridad, efectivamente, es la que se da, por ejemplo, entre arrancar y raíz, puesto que arrancar es ‘sacar de raíz’ y, por lo tanto, el significado de este vocablo viene determinado por el lexema raíz; del mismo modo existe solidaridad en el caso de parrar-rama, dado que este verbo significa ‘extender mucho sus ramas los árboles o plantas’. También entre locutor y radio se da una relación de solidaridad, puesto que locutor es ‘el que habla a través de la radio’, etc.
Otras relaciones que podemos observar en las listas de palabras del presente texto responden, como acabamos de observar, a las propias de estructuras paradigmáticas secundarias, esto es, de modificación, desarrollo o composición. Y así, hay modificación, por ejemplo, en ramaje, enramada, ramada respecto a rama, puesto que se trata de colectivos derivados de este; desarrollo lo encontramos en radiar respecto a radio, dado que se trata de una verbalización de esta última palabra, y lo mismo, por ejemplo, en arraigo, desarraigo, radicación, erradicación en relación, respectivamente, con los verbos arraigar, desarraigar, radicar y erradicar, que a su vez presentan esa misma relación respecto a la voz-entrada raíz. Y, finalmente, composición es la que se da en radiorreceptor o radiotransmisor respecto a radio, así como, por ejemplo, entre rizografía y raíz.
En resumidas cuentas, en las listas de palabras dadas por Casares en la parte analógica de su Diccionario se conjuga la presencia de lo que podríamos considerar verdaderos paradigmas léxicos, basados en relaciones de oposición, con los paradigmas de tipo morfológico, esto es, familias de palabras basadas en la derivación y composición. Por lo demás, estas relaciones no siempre se establecen directamente con la palabra que actúa como entrada o cabeza, sino a su vez con otra de la lista, surgiendo así verdaderas cadenas o series derivativas. Así, rabanete, rabanillo, rabanal, rabanero y rabanera son modificaciones respecto a rábano; por eso aparecen junto a este formando un subgrupo bajo la entrada RAÍZ, palabra respecto a la cual rábano constituye un hipónimo por cuanto que puede significar un tipo concreto de ‘raíz’, que a su vez se relaciona metonímicamente, con su otro significado de ‘planta’.
- Ordenación de las palabras dentro de cada subgrupo
Esto último nos lleva a plantearnos el criterio o criterios de ordenación a que se hallan sometidas las palabras dentro de cada uno de los subgrupos o secciones que integran la lista que aparece bajo cada entrada. Desde luego, a primera vista, esa ordenación puede resultar un tanto aleatoria e incluso caótica.
En general se puede decir que las palabras se hallan aquí concatenadas, de manera que cada una se enlaza con la anterior o anteriores por proximidad semántica y/o morfológica; así, por ejemplo, a partir de radio aparecen varios sinónimos, pero el que se presenta en primer lugar es radiodifusión, al que sigue radiofonía y, conectado con este por el componente –fonía, se registra perifonía, para volver después a los compuestos de radio-, pero que ya no son propiamente sinónimos de radio, sino más bien hipónimos: radiotelegrafía y radiotelefononía. Parece, no obstante, que telegrafía sin hilos debería estar después de radiotelegrafía, aunque aquí se opta por juntarlo con telefonía sin hilos, debido probablemente a la semejanza de ambos sintagmas, que con la otra solución hubieran quedado separados. Volviendo a los derivados de radio-, aparece ahora radioelectricidad, que a su vez lleva a electrónica y electricidad, ya relativamente alejadas de la idea inicial. Se pasa a continuación a un hiperónimo de radio, es decir, telecomunicación, al que morfológicamente se une televisión, que hoy (no así, lógicamente, en los años cuerenta, cuando se hizo este diccionario) utilizaríamos como cabeza o enunciado de toda una lista independiente, para pasar, finalmente, a un último derivado de radio-, radiestesia, por ser el más alejado semánticamente.
Como se ve, existe una cierta lógica en la ordenación interna de los distintos subgrupos, aunque no siempre resulte tan clara y evidente a primera vista, circunstancia que —dicho sea de paso— tampoco supone mayores inconvenientes, habida cuenta de que quien consulta el DILE prescinde absolutamente de esa ordenación interna, pues lo único que le preocupa es encontrar el vocablo que necesita, cuya búsqueda llevará a cabo en el grupo de los sustantivos si es un sustantivo, o de los verbos si es un verbo, etc.
Lo que en todo caso se echa de menos en estas listas es que las palabras no están, en primer lugar, sometidas a ningún tipo de discriminación relativa al grado de difusión o de uso; por ejemplo, siguiendo con el caso de los vocablos incluidos bajo RADIO, respecto a perifonía no se indica para nada que se trata de un vocablo prácticamente desusado en la actualidad. Tampoco aparece la más mínima indicación semántica en relación, por ejemplo, con las diferencias entre los distintos componentes de cada grupo, cosa que, evidentemente, facilitaría la búsqueda. Ello se debe —no hace falta decirlo— al hecho de que esta parte analógica del DILE está concebida en función de la parte alfabética, donde se registran todos los pormenores relativos al significado y uso de cada uno de esos vocablos, los cuales están, por tanto, implícitamente remitidos a esa última parte.
Artículo técnico cedido por José-Alvaro Porto Dapena para su publicación en la página web de Julio Casares.
Queremos agradecerle el esfuerzo y el trabajo realizado.
Comentarios recientes